Como hombre de fe, pienso que Dios creó este mundo poniéndonos como especie al frente de él, de su conducción, por algo. Podría incluso decir un poco jocosamente que Dios cree en el talento humano, es decir, en que si bien cometemos, y hemos cometidos, errores, siempre podemos enmendar lo mal hecho.

Digo esto porque con estos principios de vida he ido haciendo frente a las diferentes vicisitudes que se me presentan -y han presentado- en el mundo empresarial. Y creo también que estos valores y esta fe puesta en el prójimo, en nuestros semejantes, me han hecho valorar aun más el capital humano como base primordial de una empresa.

A veces, me cuesta entender a aquellos colegas cuyas empresas parecen dejar de lado cada vez más la figura del empleado, pretendiendo reemplazar las capacidades humanas, la esencia de lo humano, por la de sistemas, computos, máquinas programadas que, irónicamente, fueron creadas por el ingenio humano y controlados igualmente por la inteligencia humana.

El talento humano de tu empresa

El capital humano de las empresas debe estar definitivamente, si no al frente, sí en el centro de su universo. Manejando esta convicción, así lo he hecho desde mis inicios hace décadas atrás, cuando apenas empezaba a entender cómo funcionaba el mundo de los negocios, pero sobre todo de la importancia del recurso humano empresarial sin la cual ningún sector económico de Honduras sería nada, en absoluto.

Después de todo las empresas son extensiones de la familia, de una nueva familia, y como tal nos sentimos motivados por esa familia empresarial a ser mejores dando lo mejor de nuestro genio humano. Por esto mi fe está en los hombres y mujeres hondureños que desde bien temprano, en las primeras horas del día, van a sus puestos de trabajos a dar productividad, desarrollo y progreso al país.

Gestionar el talento humano en tiempos de pandemia

Seamos lo más considerado posible, por todos y cada uno de nuestro capital humano en estos tiempos tan turbios, llenos de incertidumbre por el coronavirus. Todos estamos sometidos a estrés constante, pero recordemos que, antes que empresa, somos una comunidad que comparte valores y quiere lo mejor para todos y cada uno de la comunidad.

Porque el mayor bien que posee una empresa es el recurso humano, el ingenio y la voluntad humana. Son ellos los que ambientan y dan un rostro humanizado a los consorcios empresariales, por más atiborrados de máquinas que estos estén.

Teniendo claro esto, siempre contaremos en nuestras empresas con un talento humano leal, siempre irremplazable y comprometido por la salud financiera de esa comunidad de intereses y valores comunes en que termina convirtiéndose una empresa.