Los últimos meses he escuchado con frecuencia, y no sin preocupación, sobre lo que viene a nuestras vidas después de la pandemia. Mandatarios y organismos internacionales pregonan al unísono acerca de una nueva normalidad llena de restricciones. Pero muy pocos  hablan de los valores humanos que debemos mantener y fortalecer para estos nuevos tiempos.

Insisto, lo más preocupante es que todos estemos siendo llevados casi sin oponer ninguna resistencia hacia una forma de vida atravesada por medidas de seguridad biomédicas, dejando de lado aspectos éticos y morales que nos han sostenido como civilización.

Es por esto que creo que debemos hacer énfasis en rescatar valores para la vida. Hablo de la necesidad urgente de recuperar y mantener los arquetipos universales que nos dotan de humanidad. 

Pues, las autoridades no hacen sino hablar de asumir una nueva forma de sociedad, como si estuviésemos obligados a abandonar lo que hemos sido, para convertirnos en algo diferente.

Los valores humanos deben ser nuestro centro

¿Por qué me parece que es urgente hablar de recuperar valores sociales, hoy? Porque ellos son arquetipos que nos proporcionan un piso sólido sobre el cual podemos hacer sociedad, establecer un orden universal, una ciudadanía, hallar la paz. 

Y no veo que esté bien que aquellos que intentan gestionar nuestra particularísima coyuntura no recalquen la necesidad de mantener una virtud humana, sino de hacer ruptura con lo pasado, el desprendimiento ciego y abandono de valores intrínsecamente humanos, para abrazar un nuevo orden mundial.

Sería absurdo que a cada vicisitud le siguiera una ruptura de aquello que nos forma moralmente como ciudadanos. Al contrario, precisamente los valores humanos deben ser mantenidos y defendidos, incluso más en tiempos de adversidades, como los actuales. 

Así que, queridos lectores, los invito a reflexionar acerca de los valores humanos que necesitamos reafirmar este nuevo año: la solidaridad hacia al prójimo, el respeto a la familia, la bondad, amor al trabajo. Pues, parece un año en el que se nos llama indirectamente y con cierta insistencia a claudicar con nuestras tradiciones en pro de una nueva normalidad. 

Un síntoma de lo que digo lo veo en lo que se nos restringe. Por ejemplo, no es posible que nuestros valores religiosos, de raíz católica en nuestra región, por ejemplo, no puedan ser ejercidos. La misa es un valor cultural también, que hace sociedad. Nos da una identidad. 

Insisto, recuperemos nuestros valores humanos; y tengamos conciencia de la importancia de la tradición, de nuestras instituciones sociales más íntimas, en la que la familia es central,  porque sin los arquetipos que nos proporcionan no es posible una vida armónica en sociedad, por más medidas sanitarias y restricciones que haya.