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Practiquemos la solidaridad en tiempos de crisis

A mayor modernización de las sociedades, las personas se hacen cada vez más individuales. Nada más basta con salir y sentarse en la cafetería de la esquina para comprobarlo. De un lado personas aisladas en sus móviles y del otro una señora con bebé en brazos y bolsas tratando de cruzar la calle. Nadie ayuda.  La solidaridad pareciera que no tuviera sentido para esta nueva sociedad un poco alienada.

Aunque hacerse la pregunta es un poco de locos, podemos preguntarnos seriamente  si en verdad en nuestro tiempo actual existe un prójimo. Ese que no soy yo, pero al que me siento unido, porque después de todo, a pesar de los diferentes credos, culturas, etcétera, hemos sido creados a imagen y semejanza de la providencia.

La individualidad mata la solidaridad

Me preocupa que en una época como la que nos ha tocado vivir, la individualización de las generaciones más jóvenes podría agrandarse, hasta desvalorar el ayudar a los demás. Pues, ¿cómo pueden los más pequeños ser solidarios con sus amigos de colegios o con los vecinos de la otra calle, si hay distanciamientos sanitarios, si se le dice que deben cuidarse de los otros porque pueden contagiarlo de la terrible enfermedad?

En estos últimos meses las personas (de hecho es algo que puedo ver en mi propio círculo de afectos) están adquiriendo costumbres individuales que antes no tenían, por ejemplo hacer actividades en solitario, como jugar videojuegos, regar las plantas, pasear al perro, todas como mecanismos de defensa ante la ansiedad del confinamiento.

Me preocupa más la situación de los niños que están en etapa de crecimiento (etapa esta donde se forjan los hábitos que desarrollarán a futuro en sociedad), crezcan en un mundo donde cada quien mira para donde mejor le parece. Donde la solidaridad es practicada desde un dispositivo electrónico y las personas tienen miedo a acercarse entre sí.

¿Qué hacer entonces? Siempre es la gran pregunta clave de nuestro momento actual. Debemos pues tomarnos el tiempo necesario para que las jóvenes generaciones entiendan la importancia de la solidaridad

Y esto se inculca desde casa y se lleva a la calle. Empecemos por reencontrarnos todos dentro de nuestro propio núcleo familiar, que el confinamiento no sea excusa para no compartir en la mesa, en la cena, preguntemos cómo están los otros, el tío, la abuela.

Tratemos que el distanciamiento social no entre a nuestros hogares.
Que los más jóvenes vean que somos seres unidos por el amor, por la solidaridad, por el respeto mutuo. Y que mientras más ayudemos a los que más nos necesitan, a los más vulnerados y desasistidos, estaremos contribuyendo a la creación de una sociedad más justa, más equilibrada, donde la sana convivencia es posible.

Eduardo Kafie:
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